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16/9/09

De toros y toreros


A tu abuela le gustaban los toros aunque fuera políticamente incorrecto. Me aficionó mi abuelo que me llevaba con el a la plaza de Segovia en las ferias. Luego, siendo mayor, un amigo muy entendido me enseñó a distinguir los distintos pases y suertes. Así que siempre que podía iba a los toros. Podía poco porque en Canarias están prohibidos hace ya tiempo y cuando vengo a la península, como ahora, no siempre encontraba entradas ni compañeros con los que ir. Es lo que me ha pasado ahora en la feria de Almeria. Un muy buen cartel pero no tenia con quien ir porque a tus padres no les gustan, ni a tu abuela materna y, la verdad, ir a los toros en soledad no tiene gracia. Lo divertido es ir con alguien, tomar un cafetito antes de entrar a la plaza y comentar el espectáculo una vez dentro con los amigos. Y mucho mas en Almería que la fiesta tiene intermedio para merendar.

Te decía que me gustaban los toros pero desde hoy me han dejado de gustar. Nunca había pensado en los toreros, ya ves tu. Los antitaurinos hablan del toro, de su sufrimiento, de que es una salvajada y en parte no les falta razón. Pero yo siempre he pensado que esos toros no existirían si no fuera por la fiesta y que también se mata a los esturiones para sacar caviar (que no es imprescindible para comer y cuesta una pasta) o a los corderitos para comer cuando, en realidad, podríamos ser vegetarianos y las proteínas sacarlas de los huevos o de la leche. En cambio nunca se habla del peligro cierto de torero.

Yo tampoco lo había pensado desde ese punto de vista hasta hoy. Estaba esperando el ascensor del hotel para ir a verte y cuando se abre la puerta me encuentro a un chico joven, guapísimo, vestido de torero. De rojo y plata. Va muy serio, se percibe su tensión en cada uno de sus gestos. En el segundo piso se abre la puerta y un señor que esperaba y que no entra le grita: ¡suerte maestro!. El contesta ¡gracias! muy bajito, como rezando. Tal vez vaya rezando.....


Al llegar a la planta baja me deja el paso; salgo del ascensor y también le deseo suerte. No le da tiempo a contestar, una nube de quinceañeras enardecidas grita su nombre o grita a secas, como las fans de cualquier cantante o actor de moda. Es un torero famoso, de los que salen en las revistas del corazón.

Mientras voy a verte en taxi pienso en ese chico. Dentro de un rato estará frente a un toro de 500 Kg. jugándose la vida. Vestido de rojo y plata. ¿Y si tuviera una cogida? ¿Y si muriera a causa de ella? ¿Pero por qué un chico tan guapo, con toda la vida por vivir, decide jugarse la vida cada tarde delante de un toro? ¿Por dinero? ¿Por la fama? ¿Por el subidón de adrenalina que le produce?

No tengo respuestas. Y entonces pienso, mientras en mi memoria veo su cara tensa, que habría que prohibir los toros, como la droga. Porque no me vale que sea un acto voluntario (también la droga lo es). Es un riesgo mortal , mucho mas mortal que beber en un botellón o que ser fumador pasivo o que fumarse un porro. Y todas esas cosas están prohibidas.

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